Por: Georgie Rodríguez
“Tenemos la
opción de creerle a Dios y vivir bajo su cobertura siempre”. ¿Recuerdas estas
palabras? Fueron las que utilice en la pasada ocasión. Hoy quiero abundar un tanto en esto,
inquietado por mi padre celestial, lo
hago con el mayor respeto y seriedad que se merece comunicar su palabra. Dios
es bueno, y es lo que vengo a presentarte hoy. La decisión de recibir o
desechar la misericordia de Dios siempre es tuya.
Lograr que la
cobertura espiritual de Dios sea una realidad en nuestras vidas requiere que
nos relacionemos con Dios frecuente y constantemente. No porque esta cobertura
espiritual se valla, más
bien, nosotros somos los que nos alejamos de ella, o simplemente no creemos que Dios nos ame “de tal manera”.
bien, nosotros somos los que nos alejamos de ella, o simplemente no creemos que Dios nos ame “de tal manera”.
A continuación, te presento una historia
que representa el estar bajo la cobertura del “padre”. En este caso, el
protagonista, disfrutaba de esta cobertura, pero en cierto momento de su vida
decidió desecharla. Paralelamente, el hermano mayor, estando bajo la misma
cobertura, no disfrutaba de ella. Me refiero a la Parábola del hijo pródigo,
veamos la historia:
También
dijo (Jesús): Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre:
Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los
bienes. No
muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una
provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y
comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba
llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.Y
volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen
abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre,
y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser
llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y
levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el
hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno
de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor
vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed
el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo
muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a
regocijarse.Y
su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó
la música y las danzas y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era
aquello. El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro
gordo, por haberle recibido bueno y sano. Mas él, respondiendo, dijo al padre:
He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has
dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo,
que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El
entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era
muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. LUCAS 15:11 al 32.
Una de las mejores maneras de lograr
mantenernos bajo su cobertura espiritual es “alimentándonos” con su palabra.
¡Claro! Así como nos alimentamos físicamente por medio de la comida, la palabra
de Dios es necesaria para “alimentarnos” espiritualmente. De esta manera, ante
momentos difíciles, sabremos que no estamos desamparados, buscando “suerte” en
cosas, que tal vez sin saberlo nos alejan de Él.
Cuando actuamos de esta manera debemos preguntarnos, ¿Cuán grande es Dios,
nuestro padre celestial para ti?